Literatura y Subliteratura

La subliteratura se apoya principalmente en el mercado y en la inexperta opinión del público. La subliteratura se vende como si fuera literatura y, en este sentido, se nutre de subcrítica. Obviamente en el término sub se esconde una valoración de calidad, un apelativo, el de mala literatura, pero con una salvedad bastante significativa: la subliteratura pretende suplantar a la verdadera literatura, se erige en su simulacro, la suplanta en muchos casos. Los estantes de los hipermercados avalan esa subliteratura que ya ha suplantado a la literatura. Ahora bien, la subcrítica se apoya en los suplementos literarios de los periódicos, y suele camuflarse entre al literatura real: la subliteratura es la verdadera lacra de la literatura, potenciada por los efectos mediáticos y por cualquier fenómeno o boom, que enmascaran operaciones editoriales y comerciales. Las ediciones de obras que acaban de estrenar series en televisión, por poner un ejemplo, demuestran que el público no conoce la literatura, y que se enfrentan ante la falacia del marketing o ante subliteratura sin saberlo.
De otro modo, el principal factor de peligro para la literatura -para la calidad de los textos- se encuentra en una óptica esencialista de una literatura que parte de una única visión (id est pensamiento único), la cual se haya en el centro, y las demás propuestas literarias son consideradas asimismo peores; me refiero a la creación de un canon oficial y otro del extrarradio: así el aparato paratextual y crítico de un omento determinado corre paralelamente a esas propuestas de literatura de creación, y así la subliteratura lo tiene todo de su parte, existiendo, por tanto, una aparato subliterario tan importante como el literario, camuflado en éste, y que utiliza sus mismos mecanismos de difusión, descripción e interpretación, pero que, en última instancia, los supera, los desborda, y más aún, los anula, infiltrándose en ellos, utilizando sus propias estructuras.